Domingo García nació en la localidad burgalesa de Viloria de Rioja en el año del Señor de 1019, hijo de un labrador llamado Ximeno García y de su esposa Orodulce. Después de fallecer sus padres, decidió entregar su vida a Dios, pidiendo ser admitido, primero, en el Monasterio Benedictino de Ntra. Sra. de Valvanera, y después en el de San Millán de la Cogolla, no siendo admitido en ninguno de ellos.
Rechazado su ingreso en ambos monasterios, Domingo decidió retirarse como eremita a los encinares del bosque de la Ayuela, llevando una vida de contemplación y oración, y observando las dificultades que los peregrinos, rumbo a Compostela, encontraban al atravesar la zona.
En el año 1039, al llegar a Calahorra el Cardenal Gregorio Ostiense como Legado Papal de Juan XVIII, Santo Domingo abandonó su vida eremítica y comenzó a colaborar con él, recibiendo la ordenación sacerdotal de manos del Cardenal Ostiense. Juntos levantaron un puente de madera sobre el río Oja, a fin de ayudar a cruzar el río a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela.
Tras morir Gregorio en torno al año 1044, Domingo volvió a la zona de la Ayuela y emprendió una profunda labor de colonización: taló bosques, roturó tierras y comenzó la construcción de una calzada de piedra que supuso una desviación del camino tradicional por la calzada romana entre Logroño y Burgos, pero que se convirtió, a partir de entonces, en la ruta principal entre Nájera y Redecilla del Camino. Por esta labor es conocido como Domingo de la Calzada. y considerado como Santo Patrón de los ingenieros civiles.
Al comenzar a aumentar el tránsito de peregrinos por la nueva calzada, Santo Domingo sustituyó el puente de madera que había construido junto con el Cardenal Ostiense por otro más robusto de piedra, y construyó un complejo integrado por un hospital con pozo y una iglesia, para atender a las necesidades de los viajeros. En la actualidad, en este punto se encuentra la Casa del Santo, utilizada como albergue de peregrinos.
En el año 1076, al apoderarse de La Rioja, el rey Alfonso VI comprobó que el desarrollo del Camino contribuía a su proyecto de incorporar la zona a su reino, por lo que se hizo partidario de las obras de Santo Domingo, y de su villa, visitando a Domingo en 1090 y haciéndole responsable de las obras viarias que se realizaban a lo largo del Camino de Santiago.
En esos momentos, y con la ayuda de su discípulo Juan de Ortega, había iniciado ya la construcción de un templo dedicado al Salvador y Santa María, en cuyos muros exteriores el santo escogió un lugar para su propia sepultura. El templo, elevado a Catedral en el año 1232, fue consagrado por el obispo de Calahorra en 1106. Tres años después , moría Domingo, siendo enterrado en el lugar que él había dispuesto, con una túnica blanca, un escapulario y un manto pardo.