En este artículo, dice Alberto García-Mina, veremos que Jesús mismo es el
Ungido de Dios, el Hijo de Dios que «ha salido del Padre y ha venido al
mundo» (ref. Juan 16, 28), para donarnos el Espíritu Santo: «para bautizar
en el Espíritu Santo» (ref. Marcos 1, 8), y así, los hombres, hijos de Adán
manchados por el pecado, seamos transformados en hijos de Dios Padre,
nacidos a la vida nueva en Cristo por el poder del Espíritu Santo. Como los
apóstoles y discípulos de la primera hora fueron santificados así lo somos
nosotros, si pedimos y acogemos al sublime Don, el Amor divino. De ahí surge
la necesidad de hacerse de la Mutua… del Espíritu Santo.