La Trinidad, en su amorosa providencia, ha dispuesto confiarnos a un ángel
para que nos ayude a ser buen hijo de Dios y llegar al Cielo, dice Alberto
García-Mina. Comenzamos un nuevo curso, ocasión para renovar el propósito de
ser santos. Pensaba que recordar que no estamos solos sino asistidos por los
ángeles y por nuestro ángel de la guarda, serviría para enfrentar el combate
diario de amar a Dios y a los demás con segura esperanza. Son cercanos a
nosotros en cada instante, porque así Dios lo ha querido: siempre, sin
despistes, sin vacaciones. «En el camino y en las pruebas de la vida no
estamos solos, estamos acompañados y sostenidos por los ángeles de Dios».
Actualmente los ángeles son grandes desconocidos y no se habla de ellos. En
ocasiones se piensa que es una invención para niños, un cuento chino, una
figura cultural cristiana caducada, que ha sido expulsada de la historia y
abandonada en la predicación. Pero, no es así. El Papa se ha referido a esta
verdad repetidas veces invitándonos a no considerar «esta doctrina de los
ángeles algo fantasiosa». Se trata, por el contrario, de una «realidad». Es
«lo que Jesús, lo que Dios dijo: <Voy enviarte un ángel por delante, para
que te cuide, para que te acompañe en el camino, para que no te equivoques>
(Éxodo 23, 20-23)».